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Entierro de Santa Cecilia en las catacumbas de Roma – Luis de Madrazo Kuntz

Entierro de Santa Cecilia en las catacumbas de Roma

Al rebufo de los éxitos precoces que fueron jalonando la carrera del joven Federico de Madrazo en Roma, especialmente con Las Marías en el sepulcro conservado en los Reales Alcázares de Sevilla, su hermano Luis de Madrazo viajaría también a Roma en 1848 para completar su instrucción artística con una pensión concedida por la Academia de San Fernando, con los mismos objetivos de formación erudita y cosmopolita que habían alentado en el pasado a su padre y a su hermano.

Es precisamente en sus años romanos cuando Luis de Madrazo pintó la que puede considerarse sin ambages como la obra cumbre de toda su trayectoria, y uno de los cuadros también más señeros e la pintura religiosa española de esos años, el Entierro de Santa Cecilia en las catacumbas de Roma.

Luis vivió una absoluta convulsión en la vida religiosa de la ciudad de los papas, y como consecuencia de ello, también una enfebrecida actividad artística a raíz del descubrimiento en 1850 por el estudioso Giovanni Battista Rossi de las catacumbas de San Calixto, es decir, el escenario histórico, verdadero y tangible del sufrimiento y la persecución de los cristianos en la antigua Roma. Este hallazgo arqueológico se convertiría automáticamente en lugar de peregrinación de singular importancia en la ciudad santa y escenario inagotable en el terrerno artístico para la creación de los suplicios y enterramientos de los más venerables mártires allí sepultados, una catarata de nuevas fuentes argumentales para los artistas jóvenes deseosos de fraguarse un porvenir por entonces en la Ciudad Eterna.

En este clima de entusiasta novedad religiosa, Luis de Madrazo daría forma a esta pintura, un ambicioso y bello lienzo que recrea el episodio de la inhumación de la joven mártir cristiana en la cripta subterránea en presencia del propio papa Urbano. Pintura solemne y trascendente, de un dramatismo severo y contenido, su elaborada composición, integrada por varios personajes que asisten al sepelio, no distrae sin embargo un ápice la atención del espectador, que Madrazo logra concentrar en la delicadeza belleza del cuerpo yacente de la santa. Madrazo estudió la figura de Santa Cecilia en varios dibujos de una enorme belleza formal y exquisita limpieza de trazo, empleando en su plasmación pictórica su factura más atenta y delicada, tanto en su rostro y cabello como en el modelado del manto y la túnica que le sirve a modo de sudario, cuya blancura destaca poderosamente su cuerpo inerte de la oscuridad de la catacumba. Cosechó un gran éxito en la comunidad de artistas españoles residentes por entonces en Roma y posteriormente tuvo una gran repercusión que corroboró su fama tras su exposición pública en Madrid (Texto extractado de Díez, J.L.: El arte de la era romántica. Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores, 2012, pp.296-298).